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martes, 23 de febrero de 2016

CRÍTICA ORDINARY PEOPLE (1980), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

1980 no fue un mal año, cinematográficamente hablando, se estrenaron películas extraordinarias y geniales, como “El resplandor”, “Toro salvaje”, “Viernes 13”, “Superman II”, “Aterriza como puedas”, “El imperio contraataca”, “El superpoderoso”, o “Miedo en la ciudad de los muertos vivientes”. Pero pocos recuerdan la mejor película de aquel año, una película extraordinaria, magistral, una obra maestra y una de las mejores películas de la historia del cine. “Ordinary People”.

Basada en la homónima novela de Judith Guest, la película gira en torno a una familia de clase media-alta de Chicago que intenta superar la muerte de uno de los hijos adolescentes. Timothy Hutton encarna a un adolescente, Conrad Jarrett, que va a la escuela de enseñanza secundaria y se siente abrumado por la culpa y una depresión suicida desde que su hermano mayor se ahogó en el accidente de navegación a vela del que él salió vivo. No recibe comprensión ni ayuda de su madre, Beth (Mary Tyler Moore, nominada al Oscar por éste papel), distante y fría, obsesionada con controlarlo todo y preocupada por guardar las apariencias al tiempo que se niega firmemente a reconocer su resentimiento. Su padre, Calvin (Donald Sutherland), hombre próspero y de trato fácil, está preocupado por el chico, pero no sabe cómo hablar con él sobre cosas importantes ni expresar sus propios sentimientos. Es un psiquiatra franco y práctico (Judd Hirsch, nominado al Oscar por éste papel) quien logra ganarse la confianza de Conrad y alentarle a reconocer su aflicción y su ira profundas. Al final, sólo el amor del padre puede salvar al chico cuando contactar con él obliga a tomar una decisión dolorosa.

“Ordinary People” supuso la primera película de Robert Redofrd como director, y no pudo empezar mejor, pues se llevó el Oscar al mejor director. Un Oscar merecido, en mi opinión, aunque compitiese con el Martin Scorsese de “Toro salvaje”. El mérito de Redford no sólo está en la planificación visual, que por otra parte es destacable (y en la que “The Beaver”, de Jodie Foster, se basa muy evidentemente), sino también en su notable labor en la dirección de actores. Redford ha ido demostrando su buen hacer en la dirección con otras propuestas, como la interesante “Leones por corderos”.


El cuarteto de actores principales (Sutherland, Moore, Hirsch y Hutton) están extraordinarios, fabulosos. Y aquí ocurre algo curioso. Quien escribe considera a Donald Sutherland el mejor actor del mundo, en cada película y serie en la que trabaja realiza una interpretación magistral, y buena muestra de ello son sus interpretaciones en la saga de “Los juegos del hambre”, “Cold Mountain”, “Citizen X”, “El primer gran asalto al tren” o “Los violentos de Kelly”, por poner sólo unos ejemplos. Ahora bien, a pesar de que su interpretación en “Ordinary People” es sensacional (aunque injustamente fuera ignorado en los Oscar, y por desgracia indignantemente lo ha sido siempre), el actor protagonista, Timothy Hutton, le supera interpretativamente pero muchísimo.

Donald Sutherland es el mejor actor del mundo mundial, en “Ordinary People” realiza la que seguramente es la mejor actuación de toda su carrera. ¡Y en la película, a su lado, tiene un chaval de 19 años que se lo come con patatas! Timothy Hutton realiza en “Ordinary Pepole” una interpretación que, si no hubiese sido premiada con el Oscar (lo fue pero, incomprensiblemente, como mejor actor secundario a pesar de que es el protagonista), hubiese sido una de las mayores injusticias de la historia del cine. Si hubiese una lista de las diez mejores interpretaciones de la historia del cine, la de Timothy Hutton en “Ordinary People” estaría entre los primeros puestos. Su interpretación en ésta película es extraordinaria, magnífica, excelente, increíble, memorable, sensacional, impresionante e inmejorable. El arriba firmante puede afirmar, sin riesgo a exagerar por el entusiasmo, que es la mejor interpretación que ha visto en una película, sólo por detrás de la de Luis Iriondo en “Companys, procés a Catalunya”.

Hutton ha seguido demostrando su notable labor interpretativa en películas como “La ventana secreta”, “El buen pastor”, “La caja Kovak” o “Distrito 34: corrupción total”. Por desgracia no ha vuelto a realizar un trabajo que se acerque mínimamente a lo que hizo en “Ordinary People”.


El guión de Alvin Sargent, que también se llevó el Oscar, es bastante notable. Siendo la historia tan lacrimógena, habría sido fácil caer en la vulgaridad, como sucede por ejemplo en “John Q”. Pero Sargent se lo tomó en serio, y consiguió que el excesivo y desbordante dramatismo, que es un no parar de llorar, no resultara inverosímil ni petulante.

Lo mejor del guión es la buena construcción de los personajes protagonistas; el chico, Conrad, sus padres y su psiquiatra. Permite que el espectador pueda identificarse con uno o con otro. Da igual que el espectador sea hombre o mujer, adolescente, joven o mayor, y no importa que no haya sufrido lo que han sufrido los personajes, como si es la persona más feliz del mundo, es imposible no sentirse identificado con uno u otro personaje. No sólo eso, sino que el espectador llega a entender a los personajes con los que no se identifica. Un espectador joven o adolescente se identificará fácilmente con el chico, pero entenderá a la madre, aunque le parezca una mala madre, entenderá porque es como es y porque hace lo que hace, y sentirá lástima por el padre, y sentirá admiración por el psiquiatra.

Ganadora del Oscar a mejor película, “Ordinary People” no ha sido recordada tanto como debería, y la mayoría de los críticos suelen olvidarse injustamente de ella a la hora de hablar de las obras maestras de la historia del cine. No cometa ese error estimado lector y, si no la ha visto todavía, le invito a descubrirla y a disfrutarla.

Mi calificación es: