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lunes, 11 de enero de 2016

CRÍTICA STAR WARS. EPISODIO III: LA VENGANZA DE LOS SITH (2005), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

Introducción: ¡Guerra! La República se desmorona bajo los ataques del despiadado Lord Sith, el Conde Dooku. Hay héroes en ambos bandos. El mal está por doquier. En una contundente jugada, el diabólico líder droide, el General Grievous, ha irrumpido en la capital de la República y ha secuestrado al Canciller Palpatine, líder del Senado Galáctico. Mientras el ejército droide separatista trata de huir de la capital sitiada con su valioso rehén, dos Caballeros Jedi lideran una misión desesperada para rescatar al Canciller cautivo...

"La veganza de los sith" es la mejor entrega de la segunda trilogía de Star Wars, resulta incluso mejor película que "El retorno del Jedi", la irregular tercera entrega de la primera trilogía. "La venganza de los sith" termina por ser una excitante conclusión de la segunda trilogía de Star Wars, un emocionante punto y a parte de la saga.

"La venganza de los sith" es realmente una película bastante buena, sobretodo comparada con sus antecesoras. Tiene menos defectos y más virtudes. George Lucas mostró en "La venganza de los sith" escenas que quedan grabadas en la memoria del espectador y que son sencillamente impresionantes.

Primeramente y ante todo hay que agradecer a George Lucas que mantuviera a Jar Jar Binks lo más desapercibido posible. En "La venganza de los sith" el sujeto sólo aparece en dos escenas, apenas unos segundos, y no dice absolutamente nada, no tiene ni media sílaba de diálogo, se calla la boca. Eso es algo que todos los fans de Star Wars le estamos muy agradecidos a George Lucas. Sólo eso ya sitúa a la película muy por encima de sus antecesoras.

Hayden Christensen mejora destacablemente su actuación con respecto a "El ataque de los clones". Sigue habiendo momentos dónde Christensen no resulta muy convincente, pero realmente en "La venganza de los sith" se ve que trabajó mucho su interpretación. Sólo hay que ver el momento en que Padme le revela a Anakin que está embarazada. La reacción que muestra Christensen es fantástica. Para Anakin el hecho de que Padme esté embarazada es un problema, no es algo que le guste oír. Pero al mismo tiempo le parece maravilloso que vaya a ser padre, para él es una sensación de felicidad inmensa. Christensen consigue mostrar precisamente eso, y lo hace a la perfección. Con pocas lineas de diálogo consigue transmitir asombro, miedo y felicidad. Y consigue que el espectador sienta eso mismo. Christensen consigue que el espectador sienta lo que siente el personaje. Que me parta un rayo si eso no es una excelente labor de actuación.


Esa escena no es la única en la que Christensen muestra una labor interpretativa realmente trabajada. En la mayoría de las escenas se le ve con una gran presencia, y sobretodo en el último tercio, cuando Anakin muestra dudas y muestra tener miedo. O cuando se pasa al lado oscuro de la fuerza, Christensen se ve muy intimidante, realmente se ve como Darth Vader. A pesar de lo que puedan objetar algunos (o muchos), creo que la elección de Christensen como Anakin Skywalker, aunque seguramente no fuera la mejor, desde luego sí que fue acertada.

Otro aspecto en el que "La venganza de los sith" supera a "El retorno del Jedi", a parte de que no salen los ewoks, es la introducción. Mientras que en "El retorno del Jedi" el rescate de Han Solo toma casi 40 minutos (se come casi una tercera parte del metraje de la película cuando podía haber tomado perfectamente 20 minutos), en "La venganza de los sith" el rescate del Canciller Palpatine toma poco más de veinte minutos. Es sin duda una gran introducción. Hay batallas especiales, duelos de sables láser, robots disparando, y la presentación de un curioso e interesante villano, además de la muerte de otro villano. Es una introducción con energía, imaginación, y también un poco de comedia.

Otro elemento destacable de la película, y es algo que cabe apreciar, es el trabajo interpretativo de Ewan McGregor. No sólo porque haga una buena interpretación en sí, que también, sino porque consigue capturar el carácter que Alec Guinnes le dio al Obi-Wan Kenobi mayor y transmitirlo en el Obi-Wan Kenobi joven. Realmente Ewan McGregor luce como luciría Obi-Wan Kenobi en su juventud, un caballero sabio pero a la vez un experimentado Jedi.

Pero sin duda es Ian McDiarmid el interprete que más se luce en "La venganza de los sith" haciendo de Canciller Palpatine/Darth Sidious/Emperador. Mientras su personaje pasa por Canciller, McDiarmid se expresa de forma sutil y moderada, pero poco a poco, a medida que avanza la película, McDiarmid se muestra más enérgico interpretativamente, y cuando se descubre como Darth Sidious y después se convierte en Emperador, entonces ya sencillamente deja de contenerse y exagera su actuación hasta momentos que llegan a ser casi ridículos. Hace un Nicolas Cage. Pero está bien, porqué el personaje pide una actuación exagerada. Cuando el personaje deja de disimular, el actor deja de contenerse. La actuación de McDiarmid evoluciona del mismo modo que lo hace el personaje. Y sabe exagerar bien, coherentemente. Nunca da la sensación de no tomárselo en serio, todo lo contrario, la intensidad con la que actúa, y que gradualmente aumenta, resulta muy interesante. Realmente es una notable interpretación.


Cabe mencionar también el mejor momento no sólo de la película, sino también de toda la segunda trilogía de Star Wars: la escena de la ópera, cuando Anakin entra en el balco del Canciller Palpatine y los dos se ponen a hablar. Hay tres motivos principales por el que esta escena es tan buena. Primero, muestra cómo un Maquiavelo conspira para provocar el declive de un sistema democrático, vemos cómo un fascista se apropia de la palabra democracia para conseguir sus fines antidemocráticos, vemos cómo un fascista se hace llamar demócrata para acusar a los demócratas de fascistas, eso es algo que sucede mucho en la política y es un reflejo de las maquinaciones políticas que muchos utilizan para conseguir el poder de manera ilícita. Segundo, vemos con una atmósfera de misterio una pequeña muestra de la mitología de Star Wars, lo cual está muy bien porque toda saga fantástica (Harry Potter, El señor de los anillos, Juego de Tronos, etc) tiene su propia mitología, y en los primeros dos episodios de la segunda trilogía no hay ninguna mención a esa mitología, y en la primera trilogía la mitología es brevemente mencionada, pero sin embargo en "La venganza de los sith" Lucas nos regala una evocación muy digna a la mitología del universo de Star Wars. Y tercero, la escena resume lo que es la película, una ópera, una colosal historia shekaspeareana acompañada por una música apabullante.

Precisamente ese es uno de los mejores aspectos del film, la música compuesta por John Williams, con temas dramáticos, románticos, de aventura, pero también de acción, de tragedia, de lucha, de épica. La música engrandece la historia, hace que sea más emocionante, y que el espectador sienta la intensidad con el que los personajes viven lo que les sucede. La música hace que el espectador vea "La venganza de los sith" como si estuviera viendo una ópera.

Sin embargo, estropea destacablemente el conjunto el excesivo, abusivo y saturado uso de los efectos digitales para casi absolutamente todo. Es evidente que en una película de ciencia-ficción de las características de Star Wars es inevitable el uso de efectos digitales, pero los efectos digitales terminan por resaltar de manera evidente la falsedad de aquello que se pretende recrear cuando se puede hacer realmente, como los decorados. Hay momentos en que los escenarios, que podrían haber sido perfectamente decorados construidos, cantan bastante que son efectos digitales, cuando eso no debería pasar. Para ser efectivos los efectos digitales deben pasar desapercibidos, hacer creer al espectador que lo que ve es real, que no es algo recreado digitalmente. En eso "La venganza de los sith" falla en bastantes momentos, lo que termina por bajar la calidad del resultado final del film.


Merece destacar también una escena muy significativa del film. El momento en que Anakin Skywalker se convierte definitivamente en Darth Vader, cuando los médicos del Emperador lo están reconstruyendo, debido a heridas terribles, transformándolo en el Darth Vader que todos conocemos (escena que recuerda a cuando en "Dragon Ball Z" reconstruyen a Frezer después de que su cuerpo quedara destrozado en su lucha contra Goku), esa escena es intercalada con la escena de Padme, esposa de Anakin, dando a luz. En esa escena somos testigos de la transformación de Anakin en padre, un padre monstruoso que no quiere morir, en contraste con una Padme que se convierte en madre pero no quiere vivir. La respiración profunda de Vader es el sonido del padre, de la primordialidad freudiana, de la personificación del Superego, que cinematográficamente es un componente subjetivo de destacados personajes malvados. Es remarcable cómo George Lucas construye tan bien una intercalación entre la escena del nacimiento de Luke y Leia y la transformación definitiva de Anakin Skywalker en Darth Vader para mostrar la subjetividad del mal.

En la memorable lucha entre Anakin Skywalker y Obi-Wan Kenobi en el planeta Mustafar podemos observar esa relatividad del mal. Para Anakin los malos, desde su punto de vista, son los Jedi y no el Emperador. Al fin y al cabo los Jedi demostraban no confiar en él, lo usaban para fines deshonrosos como espiar, lo limitaban por envidia y egoísmo, le engañaban, mostraban ser hipócritas, le obligaban a elegir entre el amor y ser un Jedi en vez de aceptar que podía tener derecho a ambas cosas y no tenía porqué renunciar a ninguna. Palpatine, por el contrario, era su mentor, fue como el padre que él nunca tuvo, nunca lo limitó, al contrario, le aventuraba a superarse y le animaba asegurándole que sería el Jedi más poderoso, le mostraba confianza, nunca le puso en la tesitura de elegir entre el amor y ser un Jedi. Si observamos la situación desde éste prisma, podemos entender que los malos sean los Jedi y el bueno sea Palpatine. Claramente, eso no hace de los Jedi los malos ni convierte a Palpatine en el bueno de la película, pero muestra que la maldad es relativa desde los puntos de vista.


Es el mismo caso que ocurre en “Guardianes de la noche” (Timur Bekmambetov, 2004). En dicha película una profecía advierte de la aparición de un “gran Otro” que romperá para siempre la tregua y el equilibrio que hay entre el bien y el mal. Ese “gran Otro” se manifiesta en el personaje de Egor (Dmitry Martynov), hijo del protagonista, Anton (Konstantin Khabenskiy), soldado de la luz, que procura que Egor se sienta atraído por la luz y no por la oscuridad. Egor termina quedándose con el señor de la oscuridad, Zavulon (Viktor Verzhbitskiy), al enterarse que su padre intentó matarlo antes de nacer. Egor le reprocha a su padre lo hipócrita que es al pretender luchar por la luz cuando es una mala persona. El hijo de Anton estaba destinado a ser el “gran Otro”, pero fue la irresponsabilidad y el egoísmo de su padre el que lo llevó a elegir la oscuridad, y encontrando en Zavulon la figura paterna que nunca vio en Anton. Del mismo, en “La venganza de los sith” Anakin estaba destinado a ser “el elegido”, el Jedi más poderoso, el que equilibraría la fuerza. Y lo hubiera sido, pero fue la desconfianza y la poca seguridad que los Jedi tenían en él lo que llevó a Anakin a elegir el lado oscuro de la fuerza al encontrar en Palpatine alguien que creía y confiaba en él. Como hacía Egor con Anton, Anakin le recrimina a Obi-Wan la hipocresía de los Jedi, que se jacten de ser soldados del bien cuando sus actos son egoístas y engañosos.

La relatividad del mal no sólo se presenta personal y mentalmente en “La venganza de los sith”, también ideológica y políticamente. Como ya ocurriera en “La amenaza fantasma” y “El ataque de los clones”, en la última entrega de la segunda trilogía de la saga galáctica la presencia política ocupa una parte muy importante del relato. Con el desarrollo de la historia en ésta película se puede entender que, independientemente de lo que objetivamente es democracia y es dictadura, se puede entender ambos términos desde una mirada subjetiva que puede ser contrario al hecho objetivo. Para alguien una dictadura puede parecer una democracia, o una democracia puede parecer una dictadura. El punto de vista no cambiará lo que objetivamente es una dictadura o una democracia, pero la subjetividad sí hace la conversión individualmente y hace que, para una persona, lo que pueda ser una democracia en realidad sea una dictadura y lo que sea una dictadura en realidad sea una democracia.


Del mismo modo, un gobernante manipulador puede usar esa subjetividad política del mal para convertir disimuladamente una democracia en una dictadura, acabando con la democracia con la excusa de protegerla y defenderla. Palpatine convierte la República en el primer gran imperio galáctico para defender la democracia de los Jedi que pretender atacarla y acabar con ella. Su mensaje demagógico y manipulador es aplaudido ciegamente por todos los senadores, salvo por Padme, que exclama: “Así muere la democracia, con un estruendoso aplaudo.”

No resulta muy difícil para un político maquiavélico hacer pasar por democracia lo que es una clara dictadura, le basta con convencer a la población o al menos a la mayoría de la población con un discurso populista y tramposo, y a los pocos fascistas inteligentes se les da muy bien esos discursos. Aprovechando la subjetividad política del mal consiguen hacer pasar por democracia una dictadura haciendo creer a la población que viven en una democracia, y hay fascistas a quienes se les da muy bien eso. Si la población cree que vive en una democracia, aunque objetivamente no sea cierto dará igual, porque subjetivamente los ciudadanos estarán convencidos de lo contrario, y eso hace que subjetivamente dicha dictadura sea en realidad una democracia. Cuando eso ocurre, lo que objetivamente es una dictadura sobrevive escondido bajo una falsa y subjetiva capa de democracia, y los responsables del sostenimiento de dicha dictadura no son sólo los fascistas que engañan a los ciudadanos, también son responsables los propios ciudadanos que se dejan engañar. Como escribió el filósofo romano Marco Tulio Cicerón: “Como nada es más hermoso que la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.


¿Y cual es uno de los mejores métodos que tienen los fascistas para hacer pasar por democracia una dictadura? Las guerras. Es lo que hace Palpatine en “El ataque de los clones” y “La venganza de los sith”, mueve los hilos secretamente para hacer posible la guerra, y aprovecharla políticamente para convertir la República en una dictadura haciendo ver que lucha por la libertad y la democracia. George Lucas extrapola en “La venganza de los sith” lo que llevaba ocurriendo en Estados Unidos con el gobierno del psicópata genocida George W. Bush, un tirano y retrasado mental que aprovechó las guerras que él mismo inició ilegalmente en Afganistán e Irak para legitimar unas leyes “patrióticas” que violaban los derechos humanos, haciendo de Estados Unidos un país aún menos democrático de lo que escasamente ya era.

“La venganza de los sith” es una infravalorada propuesta con la que Lucas nos habla en una suerte de fantastic-space de lo que es nuestra realidad política. Star Wars se ambienta hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana, pero en realidad habla de la actualidad de nuestro mundo, usando para ello el género de la aventura, la fantasía y la space-opera. Es mucho más didáctico y entretenido para los niños, adolescentes y jóvenes que un documental, y les entra más mental y emocionalmente que un film Costa-Gavras o Ken Loach.

Es innegable que la segunda trilogía de Star Wars dirigida enteramente por George Lucas tiene defectos importantes y en algunos casos de verdadera torpeza impropia de un buen director, pero también resulta evidente que la vehemente importancia que se le da a esos defectos ha distraído de los aciertos que muestran estas tres precuelas, aspectos positivos que aumentan a cada nuevo episodio y que se presentan en la mayor medida en “La venganza de los sith”, pues es la más redonda y la más conseguida de las tres películas que conforman la segunda trilogía galáctica inaugurada por Lucas. El Episodio III es un buen y gran cierre a un arco dramático que ha servido para aleccionar disimuladamente sobre la realidad política que nos rodea, ayudándonos a entenderla y enseñándonos a cuestionarla y vigilarla.

Lo mejor: La música de John Williams.

Lo peor: La manía de George Lucas en abusar de los efectos digitales.

Mi calificación es: