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viernes, 21 de agosto de 2015

CRÍTICA GRITOS Y SUSURROS (1972), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

Cuando se mira a las películas del año 1.972, muchos, casi todos, están de acuerdo en que la mejor película de aquel año fue “El padrino”. Cuando se piensa en la mejor película de aquel año seguro que casi todo el mundo concuerda en que fue “El padrino”, y de hecho seguro que para muchos “El padrino” debe ser la mejor película de la historia con diferencia.

Sin embargo yo no estoy de acuerdo con eso, yo no creo que “El padrino” fuese la mejor película de aquel año. Que no se me malinterprete, con eso no quiero decir que “El padrino” no sea una buena película, todo lo contrario, es una obra maestra y una de las mejores películas de la historia, yo eso no lo pongo en duda. Pero a pesar de la innegable maestría de la película de Coppola, ese año se estrenaron dos films que, a mi parecer, superan ampliamente a “El padrino” y, sin embargo, no son tan tenidos en cuenta a la hora de recordar cinematográficamente el año 1.972 e incluso, muchas veces, directamente son ignorados.

Uno de estos films es “Solaris, el otro film, del que hablo en ésta crítica, es “Gritos y susurros” (“Viskingar och rop”). “Gritos y susurros” es una película sueca escrita y dirigida por Ingmar Bergman y protagonizada por Harriet Andersson (“Dogville”), Kari Sylwan, Ingrid Thulin, Liv Ullmann, Anders Ek, Erland Josephson, Henning Moritzen y Georg Arlin.

No voy a fanfarronear de ser un experto en el cine de Bergman, porque no lo soy ni de lejos. De Bergman sólo he visto “El séptimo sello” (una obra maestra y una de las mejores películas de la historia), “Fanny & Alexander”, “Saraband” y esta “Gritos y susurros”, a falta de ver otras obras suyas cuyo visionado seguro que ha de ser ineludible, como “Fresas salvajes”, “Como en un espejo”, “Los comulgantes”, “Persona”, “La vergüenza” o “La hora del lobo”. Estoy seguro de que Slavoj Zizek sabría hacer una análisis mucho más profundo de la filmografía de Bergman de lo yo podría ser capaz de hacer, pero aun así me tomaré la libertad de analizar éste film suyo, “Gritos y susurros”.

La película gira en torno a los últimos días de vida de Agnes, enferma de cáncer, que está siendo cuidada por sus dos hermanas Karin y María, y por la sirvienta Anna. Tras la muerte de Agnes, sus dos hermanas se sumergen en recuerdos, reproches, rencores, y sentimientos y pesares guardados durante mucho tiempo.


Lo que nos propone Bergman es algo muy curioso. Una historia aparentemente sencilla guarda en realidad una complejidad muy bien llevada en cuanto a la construcción de los personajes, además de una acertada fijación del lugar, y una muy bien tratada disociación del tiempo. Todo esto junto conforma la acción.

¿Qué nos quiere contar Bergman con ésta historia de las tres hermanas? Tenemos que tener en cuenta que en la película las tres hermanas son las protagonistas, y que en torno a ellas gira una serie de personajes secundarios que, en mayor o menos medida, van teniendo sus momentos según avanza la acción, condicionada por el lugar y los tiempos de la historia.

Tenemos a Agnes, Karin y María. Con estos personajes Bergman nos muestra un claro ejemplo de la teoría conductual freudiana del Ello, el Yo y el Super Yo. Mientras que María representa la irracionalidad del placer, y Karin encarna la adaptabilidad desquiciante, Agnes es la viva imagen de la racionalidad apacible. Cuando desaparece el Super Yo, la racionalidad apacible, tanto el Ello como el Yo se rompen, pues era el Super Yo lo que mantenía unidas ambas partes.

Esto con los personajes. Pero claro, con la disociación temporal Bergman ya nos muestra un uso muy inteligente de la teoría topical lacaniana de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. En “Gritos y susurros” el presente es lo Real, porque no es un presente positivo. Vemos como para las hermanas el presente se desmorona, se cae, se acaba, como una cuenta atrás que, irremediablemente se va acortando a medida que suena fríamente el reloj que Bergman nos muestra nada más empezar la película. Bergman nos muestra el reloj al principio, porque ese reloj es de una importancia abismal, es el reloj que mantiene a las hermanas en el presente de lo Real.

Lo Simbólico es marcado por los recuerdos de las hermanas y de la sirvienta Anna, que sirven como base, como pilar, del presente infernal que viven las hermanas. Mientras que lo Imaginario se ve reflejado por las pesadillas y las visiones distorsionadas de lo Real que viven las protagonistas, que culmina en una dramática y aterradora reflexión onírica de lo que ha sido realmente la realidad vivida por las hermanas y por la sirvienta, que fue de la presentación de lo Real marcada por la infancia a una máscara de lo Real marcada por la frialdad de la muerte, una muerte que vuelve a estar presente y hace recordad a las hermanas y a la sirvienta lo Real.


Yo, personalmente, no estoy de acuerdo con la propuesta de Bergman en la presentación de los personajes (nunca he sido un defensor de los posicionamientos freudianos). Pero eso no quita el hecho de que el film de Bergman es magistral, no sólo por el guión en sí, sino también por la fotografía, realizada por Sven Nykvist, y cuyo maravilloso trabajo le valió un Oscar. Resulta fascinante el trabajo realizado con la composición de imagen, emulando a los retratos de la aristocracia europea, y con los primeros planos, como transición de las diferentes partes tanto de la teoría freudiana como de la teoría lacaniana.

El color, claramente de una marcada tonalidad rojiza, es utilizado a modo de representación del lugar, ayudando a que cada plano parezca un cuadro pintado, sensación acentuada no sólo por la profundidad y composición de la imagen, sino por el acertado aspect ratio de 1.66:1.

El sonido es otra parte fundamental de éste film, pues juega precisamente con los gritos y los susurros, a los que hace referencia el título, para marcar el dramatismo y la tensión de las visualizaciones freudianas y lacanianas.

“Gritos y susurros” es, sin duda, una película indispensable, que hay que ver, pues se aprecia de una manera asombrosa la maestría con la que Bergman juega con cada uno de los aspectos y detalles que se muestra en el film.

Mi calificación es: